Ginoz Blog

Aceptar que la vida es injusta cambió mi cerebro para siempre

Durante la mañana haciendo mi habitual visita al discovery feed me topé con este post sobre la injusticia, y me gustó mucho cómo aborda el tema. En especial me gusta que me hizo pensar en que, por supuesto, la injusticia ha jugado a mi favor algunas veces, y cuando ha sido así no me he quejado. Creo que nunca en mi vida lo había visto de esta manera.

Pero también me hizo recordar el momento exacto en el que acepté que la vida era injusta, y sentir resentimiento hacia las injusticias del mundo era una perdida de energía que nada iba a cambiar en mi vida o el panorama general.

Fue hace un par de años. En aquél entonces ya tenía yendo a terapia algo así como tres meses. Comencé a ir para tratar mi problema de ansiedad, y uno de los temas que comencé a tocar de manera recurrente fue el de la injusticia.

Durante varias sesiones me retorcí el alma hablando desde la herida sobre lo injusto que me parecía todo en mi pasado: la negligencia con la que fui criado, el ambiente de violencia en el que crecí, el abandono y toda la carga emocional con la que tuve que vivir cuando mis padres se divorciaron y fui utilizado como un arma para joder al otro.

Además una persona muy cercana a mí estaba luchando con una depresión muy profunda, y hacía poco había salido del hospital después de estar a punto de perder su vida. En terapia yo argumentaba que la depresión y el daño psicológico que compartíamos era básicamente lo que lo había casi matado en ese entonces. Eso, también, me parecía injusto.

Me la pasé hablando y hablado por horas, en ocasiones llorando, y en otras casi gritando del coraje, sobre lo injusta que me parecía mi vida.

Hasta que un día, cansado y con la boca seca, no me quedó más que callarme por unos segundos. Mi terapeuta por fin habló. Me da la impresión de que ella sabía exactamente lo que estaba haciendo, quería que yo vomitara todo ese veneno antes de hacer una muy necesaria intervención. Me preguntó:

¿Y de qué te ha servido todo ese sufrimiento causado por tu rencor hacia la injusticia?

La respuesta fue casi inmediata, porque no había mucho que pensar: de nada.

Replicó:

No importa cuánto te duela, cuánto lo analices y a qué conclusiones llegues sobre las injusticias de tu pasado, no puedes borrar o cambiar lo que ya viviste.

No dije nada. Siguió hablando:

La vida es injusta

“¿Pero por qué? Por qué tengo que aceptar que la vida es injusta”, dije yo. Me respondió:

Porque así es. Nos guste o no. La vida es injusta. Las cosas no siempre van a ser como tú quieres que sean. Entre más pronto aceptes que la vida es injusta, más pronto dejarás de sufrir.

Lo entendí. Me fui. Acepté la injusticia como una parte fundamental de vivir en sociedad. Mi nivel de sufrimiento y el tiempo que pasaba rumiando con el pasado desaparecieron. Ahora cada que soy testigo de las injusticias de vivir, recuerdo que la vida simplemente es así.

Y sonrío, por la felicidad que no tuve en el pasado. O por la ironía y sus formas de manifestarse. Sonrío, porque no me queda de otra.

Gracias por leer.

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