Aceptar un regalo es aceptar una deuda
Mi novia me dio un regalo en Navidad y yo no le regalé nada. El obsequio fue un pizarrón de corcho, algo sencillo pero que quería tener en mi oficina desde hace algún tiempo. No le compré un regalo porque durante todo diciembre estuve más preocupado por los compromisos sociales que por demostrarle mi amor a mis seres queridos (extremo, pero real). Además, siempre que vamos a darnos regalos en fechas especiales, lo acordamos con anterioridad para que ambos tengamos algo. En esta ocasión el obsequio llegó sin aviso, y ahora que las visitas se fueron y el nuevo año ha comenzado, me siento en deuda con ella.
Justo durante la época navideña philosophyminis, una cuenta que sigo en Instagram sobre filosofía, subió un reel explicando que, de acuerdo al pensamiento del autor Jacques Derrida, los regalos deben ser dados en completo anonimato para no crear una deuda entre quien obsequia y quien recibe.
Los regalos crean el deber de regresar el gesto a la otra persona. Son, al final, un intercambio económico maquillado de una acción que supuestamente nace desde lo más profundo de nuestro corazón, y que realizamos para demostrar nuestro aprecio o cariño hacia los demás.
Pero no me mal entiendan, eso es mera filosofía, y aunque personalmente este video cambió mi percepción sobre los regalos por completo, sí creo que los regalos pueden venir desde el corazón con las mejores intenciones (sin mencionar que toda teoría social/filosófica es debatible). Sin embargo, creo también que en el fondo hay una expectativa avariciosa que se crea sin darnos cuenta.
- Quien da un regalo espera que la otra persona le regrese el gesto de alguna manera (en el fondo, muy en el fondo, aunque no lo exprese, esto sucede).
- Quien recibe el regalo se siente con la obligación de dar algo del mismo valor a la otra persona (sea un regalo, invitarlo a comer o hacer un favor).
¿A quién no le ha tocado un regalo rancio en el intercambio del trabajo? Peor se siente cuando tú regalaste algo de gran valor o que sabías que la otra persona quería. The Office tiene una escena que ilustra magistralmente esta extraña dinámica social en la que nadie quiere participar pero todos nos sentimos obligados a hacerlo. Porque nos gusta mucho la carta escrita a mano o que nuestro crush de la oficina se haya acordado de nuestros chocolates favoritos, pero cuando el iPhone sale a cuadro a todos se nos olvida el esfuerzo y las buenas intenciones; nos ponemos a pensar en la suerte que tuvo el que lo recibió. Y si no es así, mínimo algo se nos mueve en las entrañas. Algo raro. Algo que cuesta explicar. Algo incómodo pero que existe y que socialmente entendemos aunque no sepamos qué es.
Personalmente me gusta dar regalos, pero me cuesta hacerlo. No tengo una respuesta sobre el por qué. Supongo es una cuestión de que siempre quiero regalar algo que la otra persona quiera o que en verdad vaya a utilizar. Ahí es cuando la buena intención se convierte en una misión importantísima por conseguir lo mejor de lo mejor para esa persona. Tal vez me cuesta dar regalos porque soy egoísta o codo y prefiero no gastar mi dinero en los demás. Pero, ¿de dónde nace ese egoísmo?
Me considero dadivoso en algunos aspectos. Me gusta pagar la cuenta a mis amigos cuando vamos a algún lugar a cenar en dúo. También disfruto de invitar a comer a mi familia. Siento que veo los regalos como inversiones: quiero que la persona que lo recibe saque el mayor provecho de él, quiero ver la cara de la otra persona cuando lo reciba y pensar "el esfuerzo/gasto valió la pena", cuando en realidad no me debería importar qué hacen con el regalo. Si lo usan, no lo usan, si les gusta o no; si lo regalan o lo botan a la basura; nada de eso debería importarme porque yo cumplí con mi parte. Cree la deuda o la saldé, dependiendo en qué parte de la cadena me encuentre.
Tengo una deuda con mi novia que no sé cómo saldar. ¿Le voy a regalar algo porque ella me regaló algo o lo haré porque la amo?
🎁 Gracias por leer y recuerda saldar tus deudas de regalos.