Ginoz Blog

Golfo de América / Enfermo otra vez

Estoy enfermo otra vez. Desde el año pasado me he enfermado más seguido. También he convivido mucho con mi hermano menor y él siempre se anda enfermando. Todavía va a la escuela y convive con muchos escuincles, así que es más propenso a enfermarse y yo termino pagando los platos rotos.

Hace algunas semanas un hombre muy pequeño decidió que el Golfo de México debía llamarse Golfo de América. Hizo oficial el cambio pero nadie en el mundo lo reconoció. A nadie le importó porque están pasando cosas más importantes en todos lados como para preocuparnos por un pendejo cambio de nombre. Todos le vamos a seguir llamando Golfo de México mientras sigamos vivos y la mente nos siga funcionando.

Por la tarde, alguien en BlueSky posteó un screenshot de Google Maps, compartiendo que la aplicación de mapas más utilizada del mundo había hecho oficial el cambio. A partir de hoy se lee Golfo de México (Golfo de América). Así, entre paréntesis.

Aún cuando es algo que no me importa, que sinceramente no afecta en nada el rumbo de mi vida, me vi reaccionando ante la noticia. Miré hacia arriba, con el celular en la mano aún mostrando la imagen digital en la pantalla, y expresé un muy sincero uugghh.

Fue muy parecido a esas ocasiones en las que el niño consentido arruina la vibra, haciendo un berrinche para que las cosas sean a su manera porque nadie más quiere jugar a lo que él quiere jugar. Me imagino a un hombre adulto, naranja, con peluquín,1 pataleando y gritando durante horas hasta que todos los demás accedan a hacer lo que él quiere.

Ese es el tipo de niños que más detestaba cuando era niño, y que detesto aún más ahora que soy adulto.

Recuerdo que cuando yo tenía aproximadamente unos 8 años, mi mamá me llevó a una fiesta de una amistad suya. En ese entonces los traumas todavía no me convertían en un niño tímido, así que me puse felizmente a convivir con el resto de los niños de la fiesta. Justo estaban de moda una fichas de plástico que tenían personajes de Marvel y venían en las galletas Emperador; estas fichas giraban y eran algo así como Bayblades porque el que se mantuviera girando al último ganaba, con la diferencia de que el ganador se quedaba con la ficha del contrincante.

El caso es que me puse a jugar con varios niños y gané una y otra vez, llevándome a casa varias fichas nuevas para mi colección. Pero había un crío, un despreciable niño estúpido que cuando le gané, se puso a llorar desconsoladamente. En consecuencia, su mamá llegó corriendo a preguntar qué pasaba, le expliqué la situación y me pidió que le devolviera su ficha, para terminar con el drama. Lo hice, pero la cosa no terminó ahí.

Este niño estúpido y consentido me preguntó si jugábamos de nuevo. Yo le dije que sí pero que si perdía, en esta ocasión sí me quedaría con su ficha, dijo que sí y prometió no llorar. Jugamos. Le gané. Y pasó lo mismo de nuevo.

El muy cabrón quería ver si me ganaba, pero siempre estuvo en su plan ponerse a gritar si perdía.

Su madre llegó otra vez, me arrebató la ficha de las manos y casi me regañó por haberle quitar el juguete a su idiota hijo malcriado. La sensación de frustración e injusticia que sentí fue tan grande, que ahora soy un adulto funcional y sigo recordando esa experiencia.

Fue relevante porque aprendí la dura lección de que en este mundo existe gente que no importa qué tan cobarde, tramposa y detestable sea, si tienen el poder suficiente siempre van a poder salirse con la suya.

Últimamente me he sentido como si la mamá de un niño consentido me estuviera reprendiendo por hacer las cosas bien, solo para que su desgraciado chamaco deje de chillar, quitándome algo a mí para darle ventaja a él por sobre todos los demás.

La vida no me ha sabido tan rico como antes. Podría ser por la falta de olfato. O por la medicina para el resfriado. Gracias por leer.

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  1. El basuro ese del Donald Trump, por si no había quedado claro.

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