Sobre tener el alma podrida
Ayer me encontré con la siguiente frase de Séneca, mientras scrolleaba en alguna de esas aplicaciones del diablo que tanto odiamos aquí, en la comunidad bloguera:
“Cuando más buena es el alma de un hombre, menos sospecha la maldad en los otros.”
Esas palabras se quedaron conmigo todo el día ayer y hoy. En parte, porque se sintió como un balde de agua fría. Como un ataque personal.
Raro, lo sé. Pero el contexto es el siguiente: tuve un par de semanas complicadas con respecto al trabajo y mi satisfacción personal, lo que desencadenó una mala racha acompañada de un episodio depresivo express. Lo que tuvieron de particular estos días, fue que estuvieron plagados de pensamientos intrusivos, enfocados mucho en el miedo a que algo malo fuera a pasarme a mí o mis seres queridos.
En cuanto leí la frase lo primero en que pensé fue: “¿está mi alma tan podrida?”
Los escenarios en mi cabeza llegan a ser tan desastrosos que arruinan mi día, y siempre, implican ser víctima de otra persona. Alguien sin moral. Detestable. A quien nada le impida hacer el mal.
Además considero que soy desconfiado. Mi intuición es fuerte y me ha servido en distintas ocasiones cuando he tendido que tratar con personas que desde una primera impresión me dan vibras muy bajas. Y sí, suelo desconfiar de la mayoría de las personas antes de sentirme cómodo con ellas, en especial cuando se trata de random encounters en la calle.
Cuando un extraño se me acerca en la vía pública, lo primero que hago es pensar en que algo malo me quiere hacer.
¿Son estos pensamientos un reflejo de mi alma?
¿O son, una vez más, las consecuencias de la ansiedad tomando poder sobre mi mente?
Pienso que un poco de las dos. Por un lado vivir en modo supervivencia me ha orillado a adoptar estas actitudes. Por el otro, las experiencias negativas en mi vida me han podrido un poco el alma.
¿Pero quién no tiene, al menos un poco, el alma podrida? Eso no quiere decir que no podamos revertir el daño.
Algo que nos repiten mucho en terapia a nosotros los ansioso es: “no eres tus pensamientos, eres tus acciones”. Un lema con el que estoy completamente de acuerdo, y cuyas palabras me ayudan constantemente a mantenerme cuerdo.
Me gusta pensar que es, en efecto, la ansiedad. La consecuencia de un problema mayor que poco tiene que ver con la calidad de mi persona. No porque me importe mucho sentirme “buena persona”, sino porque todavía quiero vivir con el consuelo de que mi alma tiene el potencial de sanar al máximo, para en algún momento disfrutar de una vida libre de estos pensamientos.
Quiero que mi alma sea cada vez más buena, y vivir sin siquiera pensar en la maldad ajena. Aunque sepa que existe; aunque esté consciente de que en este mundo, lamentablemente, las cosas malas simplemente sucedes.
No se trata de vivir en el engaño, se trata de solo vivir el presente. Gracias por leer.